Cuando los meteoroides ingresan a la atmósfera terrestre, lo hacen a una velocidad increíble, generando un intenso calor que los quema y produce brillantes destellos en el cielo nocturno, conocidos como meteoros o estrellas fugaces. Sin embargo, si un meteoroide es lo suficientemente grande y resistente para sobrevivir a su paso por la atmósfera y llega a tocar la superficie de la Tierra, se convierte en un meteorito.
Los meteoritos tienen diversos orígenes: pueden ser fragmentos de la nebulosa protoplanetaria ya solidificada, trozos de antiguos asteroides, o partes del núcleo, manto y corteza de planetoides que han sido completamente destruidos. Estos objetos cósmicos son portadores de información invaluable sobre la historia del universo. Por eso, nos preguntamos: ¿Cuál es el origen de estos viajeros extraterrestres? ¿Qué mensajes nos traen? ¿Cómo se relacionan con el origen de la vida en la Tierra?
En el Museo del Meteorito de San Pedro de Atacama, encontrarás una vasta y detallada colección de meteoritos, además de un sector sensorial donde podrás interactuar con ellos y descubrir las respuestas a estas fascinantes preguntas sobre el origen del cosmos.
Ubicado a solo tres cuadras al noroeste de la plaza de San Pedro de Atacama, los domos del Museo del Meteorito albergan la mayor colección de meteoritos de Chile. Algunos ejemplares alcanzan un peso de hasta 30 kilos, mientras que otros, como los condritos, son más pequeños pero poseen una antigüedad de 4.500 millones de años.
Rodrigo Martínez De Los Ríos, fundador del museo, nos guía a través de las cuatro etapas de la visita, la cual incluye una audioguía en todo el recorrido. La primera etapa aborda la entrada de los meteoritos a la Tierra, su búsqueda y los cráteres de impacto que dejan. La segunda etapa, enfocada en la evolución geológica, muestra cómo los meteoritos nos permiten entender la formación de planetas rocosos como la Tierra. Esta sección es el núcleo del museo, pues ofrece una visión clara de cómo se formó nuestro planeta.
La tercera etapa se centra en meteoritos raros, como el famoso Vaca Muerta, y culmina con los meteoritos carbonáceos, que podrían haber sido los precursores de la vida en la Tierra debido a sus compuestos orgánicos complejos, como bases nitrogenadas y aminoácidos. Finalmente, la visita concluye en un área sensorial donde los visitantes pueden tocar los meteoritos, observar su magnetismo y aprender a diferenciarlos de las rocas terrestres. Este espacio interactivo también introduce a los visitantes en la búsqueda de meteoritos.
Rodrigo Martínez recuerda cómo surgió el Museo del Meteorito: «El museo nació a partir de una colección que comenzamos mi hermano y yo. En 2012 decidimos establecerlo definitivamente en San Pedro de Atacama, inaugurándolo el 28 de agosto de ese año. Hoy, la colección exhibe más de 6.000 ejemplares.»
La aventura de los hermanos Martínez comenzó en enero de 1983, cuando Edmundo organizó una expedición para redescubrir el cráter de Imilac, donde impactó el meteorito más bello de la Tierra, una palasita. Guiados por las descripciones del libro «Viaje al desierto de Atacama» de R.A. Philippi (1853), lograron encontrar el cráter en pocos días, recuperando piezas que habían permanecido ocultas en el desierto durante 130 años.
Tras el éxito en Imilac, y apoyados por antiguos escritos de Ignacio Domeyko (1865, 1897) y la expedición de Sundt (1883), los hermanos se dirigieron a Vaca Muerta. El 13 de febrero de 1985, acompañados por su madre, redescubrieron el cráter en esta remota localidad del desierto de Atacama, donde hallaron un meteorito intacto de 312 kg, perteneciente al grupo de los mesosideritos.
El museo también ofrece visitas esporádicas al cráter de Monturaqui y expediciones de cacería de meteoritos. El cráter de Monturaqui, ubicado al sur del Salar de Atacama, fue creado hace 90.000 años por el impacto de un fragmento metálico de 14.000 toneladas, arrancado del núcleo de un planetoide. Este cráter no solo es un recordatorio de los violentos procesos de formación planetaria de nuestro sistema solar, sino también una advertencia sobre la posibilidad de futuros impactos catastróficos.
Para Rodrigo Martínez, la cacería de meteoritos es más que un servicio; es una forma de vida. «Quizás busco la aventura y la exploración. Me atrae la naturaleza, y cuando hago algo, lo hago con pasión. Encontrar meteoritos en el desierto es descubrir las rocas más antiguas que jamás podrás tener en tus manos.»